
Una señora como Elle Macpherson, que gana unos 80 millones de dólares anuales vendiendo lencería íntima, no puede exponer sus colecciones sin guardaespaldas. Tras su vertiginosa carrera como escultural modelo, y sucesivos maridos, seducidos y abandonados en su larga marcha hacia ella misma, Elle Macpherson ejerce de mujer de negocios con braguitas de seda y mano de hierro.
La presentación de su nueva colección de lencería íntima, deportiva, sensual, osada y al alcance de casi todos los públicos pudientes, se ofició ayer en los bajos de unos grandes almacenes (Printemps) escogidos tras una larga operación de chalaneo trasatlántico. Y en su lanzamiento intervinieron tantos guardaespaldas como asesores en imagen.
Durante la sesión de fotos, una veintena de «gorilas» de piel negro azabache -las más de las veces- observaban con los brazos cruzados cómo la señora, frente a ellos y la jauría fotográfica, glosaba los encantos de sedas y puntillas en braguitas y otras joyas de lencería ultramarina.
Tras la sesión de fotos, una larguísima hilera de señoras (de todas las edades), señoritas (de la más diversa condición social), señores jóvenes y maduros, incluso padres con niño, se apretujaban de mala manera esperando poder comprar una joyita para andar por casa. Con firma de Mrs. Macpherson.
Entre grititos femeninos, y apretujones de señores prestos a pagar 300 euros del ala para llevarse algo muy íntimo, la dinámica y escultural mujer de negocios enarbolaba incontables sonrisas, bajo la tutela de un hercúleo negro vestido de negro.
JUAN PEDRO QUIÑONERO | PARÍS
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