El menos es más de Paloma San Basilio
Su antiguo compañero de reparto en un musical, José Sacristán, estaba en un palco como espectador y fue al final el encargado de entregarle el ramo de flores de rigor. «Cada día que pasa es más bella, cada día que pasa canta mejor», dijo sin rodeos. Aunque el pasado domingo, en un Palau casi lleno, Paloma San Basilio cumplió rigurosamente la máxima «menos es más».
Regresaba al Festival del Mil·lenni con PSB. Siglas que en este caso no significan Pet Shop Boys, sino el título de un nuevo espectáculo a juego con sus iniciales. Dos horas largas (que pasaron volando), en las que Paloma cantó rodeada solo de tres músicos: piano, saxo y bajo. Con alguna licencia, como un sintetizador al que echaba mano el pianista o la flauta en ocasional sustitución del saxo. Podría haberse llamado igualmente PSBV, porque en su caso eso de que la voz es un instrumento se cumple también a rajatabla. Y siempre afinado. Con este formato además, lució como si se hubiera quitado toneladas de polvo de encima.
Salió a escena con estilizado traje chaqueta y entre tantos y tan prolongados aplausos que tuvo que exclamar: «¡Que no me voy!». Rompió el protocolo a la primera canción, cuando se permitió el lujo de ironizar sobre el hecho de no tener apenas grandes éxitos estrenados por ella. «Empiezo con Juntos por si hay alguien despistado que sepa quien soy», dijo riendo. Tras otros rescates con denominación de origen a ritmo de swing, confesó: «Estas eran canciones que compartimos en los 80... ¿Existieron los 80, no?». Y cambió de década con Las gafas de Lennon (que le escribió Pedro Guerra) y dos clásicos de los Beatles, para dar paso a un repertorio estándar al no va más.
POLIFACÉTICA Y POLÍGLOTA / Tras dejar a los músicos solos, reapareció con la rapidez de quien se pinta los labios vestida en rojo pasión, para adentrarse en un terreno insólito en ella: Ojos verdes y Pena, penita. Cantó en inglés, francés y hasta italiano piezas con estatus legendario como único denominador común.
De la chanson al bolero, del jazz a la balada mediterránea.... Incluso ópera. Pero no se asusten. No pudo enmarcar (ni escoger) mejor su breve incursión en la lírica. Se atrevió con el aria O mio babbino caro de Puccini entre temas del gran alumno de éste en la música popular: Andrew Lloyd Webber. Y en eso sí que no hay quien le tosa. ¡Ya quisiera Madonna bordar como ella No llores por mí Argentina!
LUIS TROQUEL
BARCELONA
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