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Wabi-Sabi La belleza imperfecta

Hace unos meses, realicé una investigación sobre los principios estéticos que rigen la obra de los artistas japoneses contemporáneos. Uno de los paradigmas que más llamó mi atención fue el wabi sabi. (Sí, suena a condimento del sushi, pero nada tiene que ver.)



Resulta que el wabi sabi no sólo es un paradigma estético, también es una filosofía, un modo de vida que se basa en encontrar la belleza en la imperfección del mundo. Leonard Koren -cuyo libro ha sido de gran utilidad para que los occidentales comprendamos el concepto- afirma que el wabi sabi "es la belleza de las cosas imperfectas, mutables e incompletas. Es el gozo de las cosas humildes y modestas".

El wabi sabi reconoce la belleza en todo aquello que sea rústico, íntimo, sencillo, irregular, sin pretensiones ni artificios. Esa belleza existe en las imperfecciones de una olla de barro, en el óxido de la reja, en la forma caprichosa de un tronco, en la irregularidad de los vegetales orgánicos, en las arrugas de la cara cuando reímos y también en las canas que pintan nuestra cabellera. Son todos esos detalles que hacen de cada cosa y cada persona, un ser único e irrepetible.

Su aportación a occidente

Cada vez que veo los rostros restirados y rellenos de botox de las cantantes, los espacios hiper higienizados de ciertos edificios, los tomates artificialmente perfectos -e insípidos- del supermercado, y la meticulosa "simplicidad" del minimalismo, no puedo evitar pensar en lo angustiante que resulta para nuestra cultura cumplir con los paradigmas de belleza y perfección que se ha fijado.

Raramente nos sentimos satisfechos con lo que vemos frente al espejo o en nuestra propia casa; por cumplir con un estereotipo, nos dejamos llevar hacia un proceso interminable de perfeccionamiento o embellecimiento que nos hace olvidar de dónde venimos y hacia dónde vamos. Continuamente, con pequeños y grandes artificios, estamos negando el paso del tiempo, ocultando las marcas de la experiencia, escondiendo los rasgos que nos hacen auténticamente humanos y nos recuerdan que formamos parte de los ciclos naturales.

Así, me parece que el wabi sabi tiene para nuestra cultura un aprendizaje interesante y, sobre todo, muy liberador. Aprender a valorar nuestra imperfección hace que dejemos de luchar contra nosotros mismos. En vez de ir contra el curso natural de la vida, podemos abrazar el cambio y vivir el paso del tiempo con dignidad. En vez de seguir un ideal de perfección dictado por valores exteriores, podemos ser fieles a lo que realmente somos, asumir lo que tenemos en nuestro interior y proyectar su belleza, naturalmente, hacia afuera.

La perfección no existe en el ser humano, lo que sí existe es la capacidad de disfrutar lo que nos fue dado en esencia.

por Luza Alvarado en Blog Pasionaria
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