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“Conviene saber cuándo bajarse del escenario” Víctor Manuel Y Ana Belén

En los días de promoción, el centro de operaciones de Víctor Manuel es un despacho en Ion Música, su productora, situada en el madrileño barrio de Chamartín. “No suelo trabajar aquí. Por lo general, compongo y ensayo en el estudio que tengo en casa”, explica. En las estanterías, alguna foto de Ana Belén de adolescente. Y sobre la mesa, un anuario de El País y varios números de la revista Matador. “La decoración la he elegido yo“, afirma mientras hojea un especial sobre Barceló.

El asturiano lleva tiempo girando por España con ‘Vivir para cantarlo’, un espectáculo austero en el que repasa su carrera musical, de sus comienzos en 1967 a la actualidad. Desde el pasado día 10 y hasta el 13 de febrero le toca el turno al Arteria Coliseum de Madrid, por donde ya había pasado. Sobre la experiencia, comenta satisfecho: “La gente que ha vivido cosas similares a las mías, se siente muy identificada con lo que canto. Todos los días es una catarsis en el escenario“. Víctor menciona a su público con un cariño poco habitual. Se le enciende la mirada y el tono de voz se modula. Sonríe. Habla de “magia”, de “auditorios impensables en lugares recónditos”, de “reencuentro”.

Parece como si hubiese llegado un punto en el que se hacía necesario echar la vista atrás y analizar el camino recorrido. Productor musical y de cine ocasional, no duda al elegir la faceta profesional con la que se siente más cómodo: “Me quedo con escribir canciones y cantarlas. Es para mí lo más fácil y en lo que soy dueño de todo lo que hago“. En el terreno de lo personal dice gozar de una –conocida por todos- estabilidad “desde hace muchos años”. “Vivo con Ana (Belén) y tengo dos hijos maravillosos. He tenido mucha suerte”. Rebosa normalidad y comenta sus anécdotas cotidianas como “algo que hace todo el mundo”. Se declara buen lector y admite que aunque le gusta el cine, no ve mucha televisión.

Aunque los años pesan, Víctor Manuel sigue tan combativo como siempre. Le preocupa la situación actual de la música, las descargas ilegales en Internet, el nuevo modelo de negocio para la industria que no termina de cuajar. “En este sector somos muy individualistas, no nos sentamos ni siquiera para comer. Si fuéramos del metal, seguramente estaríamos cortando carreteras y así nos haría más caso el Gobierno”. Pero es de los que opina que pese al mal momento, “la gente va a seguir haciendo música como pueda“.

Sobre los días venideros, avisa que todavía tiene balas en el cargador. “Yo ya llevo muchos años cantando y me va razonablemente bien. Aún me queda margen. Tengo fuerza y tengo las ganas“. Y advierte de que cuando las energías flaquean, hay que ser conscientes de ello, que “conviene saber cuándo tienes que bajarte del escenario“. En todo su discurso, se percibe cierta precaución con respecto a la salud. Se siente afortunado de que Ana Belén y sus hijos hayan estado siempre bien, y admite temer a la enfermedad (“aunque sea un contrasentido porque nunca he estado enfermo de nada”). Pánico a “la incapacidad”, a no poderse valer por sí mismo.

Admira a los luchadores, a los que levantan la voz y se indigna porque hoy “es impensable que alguien saque los pies del tiesto y responda a su jefe“. La cadencia de la conversación fuerza la pregunta “¿Eres valiente?”: “No, pero cuando he tenido que dar la cara… Valiente significa estar convencido de no tener que gustarle a todo el mundo. Y cuando he tenido que decir algo aunque no le gustase a mucha gente, lo he dicho“.
IRENE SERRANO

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